"Fue así como fabricó a los hombres. Tomó un terrón y se dijo:
'Quiero hacer un hombre, pero como es preciso que pueda caminar, correr, andar
por los campos, le daré dos piernas largas como las de un flamenco'. Hízolo, y
tornó a decirse: 'Es preciso que este hombre pueda cultivar su mijo; le daré
entonces dos brazos, uno para sostener la azada y el otro para arrancar la mala
hierba'. Y le dio dos brazos. Tornó a reflexionar: 'A fin de que pueda ver su
mijo, le daré dos ojos'. Y dos ojos le dio. Enseguida meditó: 'Es preciso que
el hombre pueda comer su mijo; le daré una boca'. Y le dio una boca. Tras lo
cual, tornó a meditar: 'Es preciso que el hombre pueda bailar, hablar, cantar y
gritar; para ello le hace falta una lengua'. Y le dio una. Por fin, la
divinidad se dijo: 'Es preciso que este hombre pueda oír el ruido del baile y
la palabra de los grandes hombres; y para ello le hacen falta dos orejas'. De
este modo envió al mundo un hombre perfecto". J. G. Frazer, Les
dieux du ciel, Rieder, pág.357.